16 octubre, 2022
El reciente decomiso de más de 250 kilos de fármacos en la Feria La Quebradilla de Alto Hospicio, realizado por la Seremi de Salud de Tarapacá, vuelve a encender las alarmas sobre un fenómeno que, lejos de reducirse, se ha normalizado con preocupante pasividad: la venta de medicamentos en ferias libres. Analgésicos, laxantes, ungüentos e incluso antiácidos son ofrecidos como si fueran productos inofensivos, ignorando por completo los riesgos sanitarios y legales asociados a su comercialización sin control.
Este no es un hecho aislado. En 2022, la Autoridad Sanitaria decomisó más de 3.000 kilos de medicamentos a nivel nacional vendidos de forma irregular, según cifras del Instituto de Salud Pública (ISP). ¿Y cuál es el problema? Que estos productos no solo carecen de trazabilidad y garantía de almacenamiento adecuado, sino que en muchos casos están vencidos, falsificados o han sido mal manipulados, lo que puede causar intoxicaciones, interacciones peligrosas o reacciones adversas severas.
No se trata de una cuestión menor. Según la OMS, el 10% de los medicamentos falsificados en el mundo causan efectos adversos graves y son responsables de miles de muertes cada año. ¿Qué pasa entonces cuando estos productos están al alcance de cualquier persona en una feria, sin receta, sin control y sin fiscalización efectiva?
Lo más grave es que esta realidad se sostiene por la desigualdad estructural en el acceso a la salud y los medicamentos. Las personas no compran en la calle por capricho: lo hacen porque los precios en farmacias son inalcanzables, los tiempos de espera en hospitales son excesivos y las recetas quedan sin cubrir por falta de stock en el sistema público. Mientras no se aborde esta raíz del problema, los operativos de decomiso seguirán siendo apenas un parche.
Es hora de actuar con decisión: se requiere una política integral que combine fiscalización dura con acceso real y equitativo a medicamentos seguros. Porque cuando el Estado no garantiza ese derecho, el mercado informal se encarga de hacerlo… a un altísimo costo humano.
Rodrigo A. Longa T.