02, Junio 2024
Este sábado, el Presidente Gabriel Boric presentó su tercera Cuenta Pública, una exposición extensa de 2 horas y 45 minutos desde el Congreso Nacional. Su discurso, repleto de anuncios y la presentación de logros de su administración, no pasó desapercibido. Entre los numerosos puntos tratados, uno de los más destacados y controvertidos fue el anuncio de un proyecto de ley sobre aborto legal, que desencadenó reacciones polarizadas y evidenció las tensiones políticas subyacentes en Chile.
El anuncio del presidente sobre la urgencia del proyecto de ley sobre eutanasia y la introducción de un proyecto de ley sobre aborto legal fue un momento clave del discurso. A medida que el Mandatario avanzaba en su intervención, quedó claro que estos temas sensibles serían abordados con firmeza por su gobierno. La reacción en el Salón de Honor fue inmediata: aplausos de los parlamentarios oficialistas y la salida abrupta de varios diputados de oposición, mostrando una vez más la profunda división que estos temas generan en la política chilena.
Las críticas no tardaron en llegar. El arzobispo de Santiago, Fernando Chomalí, expresó su rechazo categórico, argumentando que tanto la eutanasia como el aborto representan soluciones violentas a problemas complejos, eliminando vidas inocentes y socavando el Estado de derecho. Su postura refleja una preocupación moral y ética que sigue siendo significativa para una parte de la población chilena, a pesar de la creciente aceptación de los derechos reproductivos en sectores más progresistas.
En el ámbito político, figuras como Alberto Undurraga de la Democracia Cristiana y Javier Macaya de la UDI criticaron la decisión del presidente. Undurraga cuestionó la oportunidad del debate sobre el aborto, sugiriendo que podría distraer de la necesidad de acuerdos en áreas críticas como la seguridad y las pensiones. Macaya, con una crítica más aguda, acusó al gobierno de utilizar el tema del aborto para polarizar políticamente, desviando la atención de problemas serios como las deficiencias en el sistema de salud.
La defensa del gobierno, liderada por la ministra de la Mujer, Antonia Orellana, y la portavoz de la Segegob, Camila Vallejo, fue igualmente contundente. Orellana subrayó el carácter laico del Estado chileno, sugiriendo que la voz del arzobispo no debería tener más peso que otras voces en un debate democrático. Vallejo, por su parte, criticó la retirada de los diputados de oposición, señalando una conducta recurrente de rechazo sistemático a los proyectos del gobierno.
Este cruce de declaraciones pone de manifiesto la estrategia de comunicación del gobierno, que parece estar buscando avivar debates ideológicos para movilizar a su base y posiblemente desviar la atención de otras críticas. Es válido preguntarse si la introducción del proyecto de ley sobre el aborto en este momento responde a una genuina preocupación por los derechos reproductivos o si es una táctica política para consolidar el apoyo entre los sectores más progresistas de su coalición.
Más allá de las posiciones ideológicas, es crucial considerar las implicaciones prácticas de estos anuncios. En un país donde la opinión pública está dividida y los consensos son difíciles de alcanzar, avanzar en temas tan controversiales sin un apoyo amplio puede resultar en un desgaste político significativo y en una mayor polarización social.
La Cuenta Pública del Presidente Boric deja claro que su administración no teme abordar temas complejos y divisivos. No obstante, el verdadero desafío radica en construir puentes y encontrar soluciones que trasciendan las diferencias políticas. La política de confrontación y el enfrentamiento retórico, aunque puedan generar titulares y movilizar a ciertos sectores, rara vez conducen a soluciones sostenibles a largo plazo.
En tiempos de incertidumbre y desafíos, Chile necesita liderazgos que sean capaces de unir en lugar de dividir. La capacidad del gobierno de Boric para navegar estas aguas turbulentas y avanzar hacia un futuro más inclusivo y equitativo dependerá no solo de su audacia en los anuncios, sino también de su habilidad para fomentar el diálogo y construir consensos en una sociedad cada vez más fragmentada.
Rodrigo A. Longa T.