21 mayo, 2022
Chile discute una nueva Constitución, quizás el texto más relevante para su futuro político, económico y social en las próximas décadas. Sin embargo, en la semana clave en que se presentó el primer borrador, el país parecía estar más pendiente de… Daddy Yankee. Sí, según el monitoreo de tendencias realizado por la agencia Rompecabeza, entre el 16 y el 20 de mayo de 2022, el “Borrador Constitución” logró 140.653 menciones en Twitter, mientras que la venta de entradas para el “Big Boss” alcanzó 80.201 menciones. No es solo un dato anecdótico: es una radiografía preocupante del estado de nuestra conversación pública.
Y más allá del “perreo intenso”, lo verdaderamente alarmante es que una reforma constitucional que definirá los derechos fundamentales, la distribución del poder y el modelo de desarrollo del país, compita en atención con un concierto. ¿Es un problema de prioridades? ¿De desconexión entre las élites y la ciudadanía? ¿O simplemente de un ecosistema digital que privilegia el espectáculo sobre la deliberación?
Lo cierto es que la democracia exige algo más que trending topics. Exige reflexión, información de calidad y una ciudadanía comprometida. Y lo que muestran las cifras es que, aunque hubo una importante conversación digital sobre el borrador (superando incluso a la condena de Nicolás López o el eclipse lunar), el tono de los debates estuvo marcado más por la polarización y los slogans que por la comprensión profunda del contenido.
El borrador constitucional es un documento de más de 400 artículos que abordan desde la plurinacionalidad hasta el sistema de justicia, pasando por temas clave como la educación, el agua o el derecho a la vivienda. Sin embargo, muchos lo comentan en redes sin haberlo leído o basándose en frases sacadas de contexto, alimentadas por campañas de desinformación que circulan sin freno en Twitter, Instagram y TikTok.
A esto se suma el impacto del poder económico: bancos como JP Morgan y Morgan Stanley también estuvieron entre los más mencionados, con más de 13.600 tuits, luego de advertencias sobre los riesgos financieros del nuevo texto. Estas voces, aunque legítimas, fueron amplificadas por sectores interesados, sin que existiera un contrapunto informado desde lo social o académico.
En este escenario, cabe preguntarse: ¿estamos preparados para votar una nueva Constitución si el debate público está capturado por la lógica de los 280 caracteres y la inmediatez viral? La respuesta está en manos de los ciudadanos, pero también en las instituciones, medios de comunicación y actores políticos, que deben elevar el nivel del debate y transformar la conversación pública en un espacio de formación ciudadana, no solo de entretenimiento efímero.
Porque si la Constitución se transforma en un trending topic más, entonces el futuro de Chile dependerá no de la deliberación democrática, sino de la próxima moda digital.
Rodrigo A. Longa T.